Alejandra Viviana Aranda: Del scenarium al barroquismo hermético
La obra de Aranda es una propuesta a la contemplación, al planteo de interrogantes cuyas respuestas resultan ser un misterio.
Antes de tomar los pinceles, Alejandra Viviana Aranda recorrió diversos lenguajes artísticos. Nació en el seno de una familia de bailarines, ebanistas y lectores de la ciudad de Buenos Aires. Mostró interés en las artes del movimiento desde los cuatro años de edad y, fue en ese momento que comenzó su instrucción en la danza. Recorrió diversos estilos, como el jazz, el ballet clásico, o la danza moderna y contemporánea (Graham, Cunningham, Müller, Contact). Parte de su educación la recibió en el Teatro San Martín, y llegó a residir en México y Japón, trabajando para empresas internacionales como OCESA o The Walt Disney Company.
Es posible rastrear huellas de su experiencia con la danza en algunas de sus pinturas. Un ejemplo de ello es el óleo El Empate — Saturno y Plutón, creado en la conjunción de los dos titanes[i], estos se ven enfrentados en un marco de 70 x 50 cm. Los cuerpos se encuentran suspendidos en el espacio, confrontados uno a otro en lo que se podría definir como una especie de danza bélica.
En un momento de su carrera como bailarina, decidió llevar su expresión artística a otros campos, como la fotografía y la escritura. Paralelo a esto inicia su búsqueda interna, abriéndose a los estudios del Hermetismo y los Misterios. En esta instancia de su trayecto comenzó a pintar, plasmando en lienzos el producto de estados de meditación, sueños e ideas.
Se podría considerar que el cuadro Consumación (2018) es el comienzo de lo que luego sería el recorrido dentro de la pintura de Aranda. Un acrílico en donde la variedad de elementos o escenarios nos invitan a pensar en la renovación, la transición y el renacimiento. Al fondo del cuadro es posible observar a un grupo de personas alrededor de una fogata en el medio de la noche, lo que directamente nos remite a una actividad ritualista, a un proceso de creación. Más allá de esto, es el gran cisne del centro del cuadro quien con sus alas extendidas se lleva la atención. El animal se encuentra iluminado y tomando vuelo, saliendo de lo que se asemejaría al alma de un cuerpo. Sin embargo, su cabeza sólo roza la superficie del agua en la que se encuentra. Este cisne tiene la potencia simbólica de la búsqueda de la artista; podría plantearse que con esta pintura Aranda abrió las puertas de lo que sería todo su trabajo posterior.
Tuvo como maestro en pintura a Santiago Caruso, quien es reconocido por el simbolismo surrealista de sus cuadros. Fue en este taller donde consiguió pulir las herramientas que ya traía consigo. Sin mencionar sus estudios de orden hermético y ocultista, de los cuales están investidos sus cuadros, con formas, lugares y espacios. Sus pinturas poseen una carga simbólica, de un saber universal e infinito, símbolos que son atravesados por sus vivencias, sentimientos y pasiones, que buscan de alguna manera ser retratados con su pincel.
Su obra despierta una identificación profunda con la idea del saber y de cómo ese saber puede provenir de distintos lugares. Un saber que hila el conocimiento, que excede a los individuos, y al mismo tiempo interpela sus sentimientos. Sus pinturas son de una especie de barroquismo hermético, donde una suerte de tenebrismo ilumina sus formas, exaltando la búsqueda de pasiones y emociones internas con sutileza y sobriedad.
[i] Término astrológico que hace referencia a la conjunción de Saturno y Plutón ocurrida en enero del 2020.